Siempre quise tener una mascota, pero en casa no eran muy dados a tener animales. Mis padres siempre veían el lado negativo. Que si hay que cuidarlos, que huelen mal, que al final se mueren y os quedáis muy tristes...
Sé que ellos querían evitarnos el dolor de la pérdida, pero eso más tarde o más temprano es inevitable, y es mejor ir conociendo desde jovencitos, que la vida es un dar y quitar,o un toma y daca, como dirían los menos finos de la lengua.
Así pues, cuando tuve edad, o más bien dinero, para independizarme, una de las primeras cosas que hice fue adoptar una mascota.
Nada más verlo en el local supe que quería tenerlo en casa. Tenía la carita muy dulce, era peludete y miraba con ojos vivarachos. Me lo llevé sin mirar a ningún otro y nunca me he arrepentido. No hay nada más bonito que ver la alegría que le entra cuando llegas a casa. ¡Me encanta cuando mueve el rabito! Y también me gusta cómo prepara la cena, hace la limpieza, plancha...
¡Soy la envidia de mis amigas!
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