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miércoles, 16 de diciembre de 2015

EL DÍA SEÑALADO







Aún  no estaba muy segura de cómo había llegado hasta allí, pero ahí estaba y debía tomar una decisión . No podía estar encerrada durante todo el día, porque eso desde luego no iba a solucionar nada. Dejó de respirar un momento cuando escuchó unos pasos detrás de la puerta.  Sabía que sería él. Le había dicho que ese día no se lo iba a perder. Llevaba tiempo fantaseando con aquello y se quería dar el capricho. Ella era el tipo de chica que se sentía culpable cuando decía que no, y él lo sabía.
-         -Vamos, no seas chiquilla y abre la puerta.
-         -No creo que esté bien.
-         -Ya lo hablamos y decidimos que lo haríamos. ¿Me vas a dejar con las ganas?
-         -Se va a  dar cuenta…
-         -Tendré mucho cuidado.

Ella oía la respiración de él, cada vez más agitada. Finalmente claudicó. Ella también quería hacerlo.
-         -Ten cuidado con el vestido. No quiero que se arrugue o se manche.
-        -Pensaba quitártelo.
-         -Demasiados botones. No daría tiempo de volver a vestirme.
-         -Pues que esperen .  Nadie me va a privar de follarte antes de que te conviertas en una mujer casada.

Ella sonrió. Él siempre lograba sacarla una sonrisa, y eso era una de las cosas que le gustaban de él.
Fue breve pero intenso, muy intenso. La rojez de su rostro le duró hasta que terminó la ceremonia y la sonrisa  la acompañó hasta la noche, cuando ambos cayeron exhaustos en la cama. Se miraron y rieron como críos.

Aquella tarde cuando el sacerdote pasó a la sacristía encontró unas bragas olvidadas en un rincón, debajo del cuadro de la virgen.

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