Siempre he sido una persona
curiosa, no confundir con cotilla, que estaba interesada por todo lo que le
rodeaba, así que cuando me llegó aquella oferta de trabajo no la pude rechazar.
Es cierto que iba a estar lejos de todo lo que había sido mi mundo hasta
entonces, pero tenía poco que perder, si no me gustaba o no encajaba me
volvería, y había mucho que ganar. Conocimientos y por qué no, dinero.
Al poco tiempo de aterrizar en lo
que iba a ser mi nuevo hogar, me di cuenta que ser una sociedad avanzada tecnológicamente
no suponía que socialmente lo fuera. No voy a decir que rozaran el medievo ,
pero no les gustaba aquello que se saliera de su…normalidad. Y yo era bastante
diferente. El color de mi piel, mi pelo, mis ojos…Cada vez que salía a la calle
me sentía escudriñada, y más de una vez alguien se permitía el lujo de
fotografiarme descaradamente sin pedir permiso.
Y en una de esas veces fue cuando conocí a Kaysun. Un tipo se me acercó
demasiado y tuve miedo, él me lo quitó de encima y se presentó cortésmente. A
partir de ahí comenzamos una relación que no fue bien recibida por su entorno. Él
no me decía nada, pero cada vez que salíamos íbamos a lugares alejados del
bullicio de la ciudad y nunca me presentaba a nadie. Había veces en los que
pasaban días sin que supiera nada de él, pero al final siempre volvía con
alguna excusa sin sentido, que yo hacía que me creía para seguir adelante con
nuestra extraña relación. Hoy imagino que esos días los dedicaría a su novia
oficial. Alguien que encajara con los gustos de su familia y amistades. Alguien
como él, como ellos, con su tono azul de piel, sus ojos de color rojo y cuatro
brazos. Esos brazos que son capaces a la vez de abrazarte y darte placer.
Y es que el amor venusiano puede
ser muy adictivo.
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