Datos personales

martes, 27 de septiembre de 2022

Mascotas







   Siempre quise tener una mascota, pero mis padres no estaban por la labor. Para ellos todo eran aspectos negativos: que si olían mal, que si había  que cuidarlos, que si se morían muy pronto y eso nos pondría muy tristes...

   Sé que sus intenciones eran buenas. No querían que sufriéramos el drama de la pérdida de un ser querido siendo demasiado niños, pero la vida es así y hay cosas de las que no te pueden proteger, pues más tarde o más temprano la vida te golpea. Lo que la vida te da el tiempo te lo quita.

   Así pues, cuando pasaron los años y pude por fin independizarme, no tardé mucho en buscarme una mascota.

   Nada más verlo en el local supe que era la compañía perfecta. Su carita dulce, peludete y una mirada inteligente y vivaracha. Lo adopté de inmediato y nunca me he arrepentido de ello.

   Mis amigas lo adoran y les gusta venir a casa y que lo saquemos a pasear. Y también les gusta como prepara el arroz y los gin tonic. Ah, y es de los que baja la tapa una vez usado el inodoro.

¡Es la mascota perfecta!

 

Armarios y demás mobiliario

 Hace tiempo que me ronda por la cabeza dar otro aire a mi apartamento, no sé, noto como que está desfasado, como que la imagen que da nada tiene que ver con mi yo actual. Yo he cambiado pero él se ha quedado igual. Esto suena a desgaste en la pareja pero en plan inmobiliario, y como aún lo quiero, aunque ya no me guste, he decidido darle una segunda oportunidad. Lo primero de lo que me voy a deshacer es del armario de mi habitación, me ha dado muchas satisfacciones pero se me ha quedado pequeño. Demasiados cadáveres, supongo,y el último de ellos bastante grande. Tened en cuenta el espacio del que disponéis si en algún momento tenéis que hacer desaparecer el cuerpo de un jugador de rugby.  


sábado, 26 de marzo de 2022

El jardín de rosas

    Después de años sin publicar reseña alguna, y en honor a la verdad, nada, hoy vuelvo con una novela, mal catalogada por algunos, como romántica. No sé dónde verán el romanticismo, porque si lo hay no es el clásico chica busca chico, suspiros, besos, malentendidos, revolcones y finalmente jura de amor eterno. Para nada. Pero dejémonos de preámbulos y vamos a lo que nos interesa.



El jardín de rosas es una novela ambientada a finales del siglo XIX, en el Londres victoriano. Con lo primero que nos encontramos es un muelle repleto de hombres trabajando en unas condiciones durísimas, pero si nos fijamos bien no todo lo que reluce es testosterona. También hay una fémina camuflada de varón que arriesga la salud de su espalda, sus manos y su propia vida descargando enormes bloques de hielo para mantener a sus hermanos y padre. Este último algo perdido en los dulces aromas del alcohol tras la pérdida de la esposa. Pero como todo en la vida no puede ser siempre malo, un día Mabs cambia su estatus de operaria de muelles a chica de compañía. El acompañamiento se lo tiene que hacer a una señora delicada de los nervios, según su esposo y una bruja de cuidado según ella. Pero hay que seguir leyendo la historia para descubrir que muchas veces las cosas no son lo que parecen. Estas dos mujeres por cosas del destino acaban haciendo amistad con una tercera. Mujer rica, educada, de gran corazón, poca belleza física pero un bellezón de humanidad, cuya misión en la vida es ayudar a los más desfavorecidos, en todos o casi todos los campos. Dama que no necesita de marido para tener hija. Todo un escándalo para la sociedad de la época. Estas mujeres luchan por su independencia y por ser algo más que objetos decorativos unas o fábricas de hijos para el consumo de la revolución industrial, otras.

En definitiva, si queréis una novela de sororidad que os entretenga y que os recuerde a Dickens, más o menos...no os la debiérais perder.