Datos personales

viernes, 21 de septiembre de 2018

VACACIONES, el retorno. 3ª parte



   Cuando las vacaciones se prolongan más de lo deseado, y mira que siempre nos imaginamos que lo deseado sería que no terminasen nunca, acaban siendo un castigo; y yo, que no era consciente de haber cometido ningún crimen para pagarlo con una cadena perpetua, en un hotel de cinco estrellas, me estaban planteando muy seriamente organizar un motín. Lo que ocurría es que mirara a donde mirara, solo veía gente que parecía pasárselo muy bien, y con pocas ganas de trazar un plan de fuga a la civilización.
   La famosa tormenta que había retrasado mi salida de allí, hacia un par de días que nos había abandonado. He de reconocer que esa gente llama tormenta a cualquier cosa. Se notan que no han vivido una gota fría en el levante español. Unas tejas caídas, unas ramas tiradas en la piscina y unas cuantas hojas en el suelo eran el resultado de aquel terrorífico temporal. Sabía que si volvía a pedir mi retorno a casa, volverían a inventarse cualquier excusa para no dejarme salir. Quizá me estaba volviendo paranoica, pero empezaba a pensar seriamente que estaba siendo utilizada para algún experimento y yo era la cobaya en la jaula.  Tenía que escapar y lo tendría que hacer sola. No había nadie en quien confiar. Tracé un plan y decidí que esa misma noche lo llevaría a la practica.
 

 
   No era muy de comer carne, pero aquella noche pedí filete de ternera para cenar y terminé con el cuchillo en el bolso. Ese sería el arma que utilizaría para "convencer" al recepcionista nocturno que me acompañara hasta algún lugar donde poder coger cualquier transporte y salir definitivamente de allí. Era un plan sencillo, como deben ser los planes que quieres que salgan perfectos, pero aquella noche en vez de encontrarme con el escuchimizado portero de siempre, me encontré con Erik. Sabía que en un cuerpo a cuerpo con él no tendría ninguna oportunidad, a no ser de disfrutar, de poder controlarlo con un cuchillo de carne hotelero, así que decidí sacar la mejor de mis sonrisas, la más sexy de las posturas y la más fuerte patada en los huevos que se pueda dar. Y chicas, esto no falla nunca. Acaban todos rendidos a tus pies. Y tu acabas corriendo como alma que lleva el diablo.
   Corrí como nunca, pero eso no fue suficiente para que los empleados de aquel resort me encontraran en apenas diez minutos. Que conste que yo iba en chanclas y ellos en quads. Momentos después estaba delante de la directora en su despacho.
- Quiero irme. No podéis retenerme más tiempo aquí. Soy española y tengo mis derechos.
- Nadie retiene a nadie en este lugar. Te podrías haber marchado en cuanto hubieses querido. Pero ¿de verdad querías irte o solo te has estado autoconvenciendo de que eran los demás los que te retenían en un lugar maravilloso al que creías no tener derecho a disfrutar durante tanto tiempo? Tu problema es que te sientes culpable de sentirte bien, de estar feliz. Crees que no lo mereces y buscas autocastigarte.
- ¿Pero qué tontería es esta? ¿De dónde sacas esa filosofía barata de Coehlo de saldo?
Estaba gritando como una loca, estaba rabiosa. Gritaba y lloraba como una niña mimada y consentida. Gritaba y lloraba como una mujer encerrada en una celda de la que era imposible escapar. Gritaba y lloraba porque me di cuenta que la celda era yo misma y fue en ese instante cuando empecé a escuchar una voz que no sabía muy bien de donde venía:
- Vuelve, regresa, ya es la hora...y tengo otro paciente esperando.
Abrí los ojos y reconocí la consulta de la doctora Martínez, mi psicóloga. Aquella sesión de hipnosis me había dejado noqueada.
- Vamos avanzando. La semana que viene quiero volver a verte.
 
Cogí mi bolso y salí a la recepción. Erik, el secretario de la doctora me dio hora para el miércoles siguiente, y yo le di un pellizco en el culo.
- Veo que vas mejorando- me dijo sonriente. 
 
Y es que si algo he aprendido con estas sesiones es que si tu te quieres, también quieres a los demás. Si no enteros, alguna de sus partes.