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domingo, 11 de octubre de 2015

Penny Dreadful, el gótico-victoriano se hizo serie....


Hoy toca crítica serial, de serie que no de seria. Con Penny Dreadful las risas están olvidadas, pero no las emociones, las sensaciones....en Penny Dreadful puedes disfrutar del misterio, de la sensualidad, del morbo...de unas imágenes maravillosas y una música envolvente. 
Pero ya es hora de que me calle y hable nuestra crítica, Paloma Muñoz. Léanla y disfruten.




PENNY DREADFUL. SEGUNDA TEMPORADA

HORROR Y POESÍA




A mediados del mes de julio finalizó la segunda temporada de Penny Dreadful y, en medio de sudores, calor, y una supermegaexpectación, pude asistir al final de la segunda temporada de esta serie inenarrable y que supera a la primera en efectos gore-shock, porque hay escenas que son eso: muy gores y muy traumáticas que no voy a describir.
A lo mejor, yo estoy exagerando, y la cosa se reduce a una confrontación entre héroes-antihéroes con el cielo y el infierno a sus espaldas, contra seres sobrenaturales que desean esclavizar a la Humanidad y que van rumiando su maldad, crueldad y abominables prácticas a lo largo de los diez capítulos.
Pero hay momentos muy alucinantes de este desparrame ―cada vez más suculento― que han dejado una profunda huella en mi gótico espíritu.
Ya comenté en alguna ocasión que Penny Dreadful no se priva de nada.
Hace bien el creador de la serie, John Logan, ya en harina, vamos a por todas y que salga el sol por Antequera. No sé si saldrá el sol por Antequera, pero a mí me ha salido un enganche espectacular. Sobre todo por el personaje de La Criatura que interpreta como Dios, el adorable Rory Kinnear.
Pero también por otros personajes que ofrecen una visión del Londres victoriano y de la sociedad de esa época, de una forma distinta, original y muy estimulante.
El afeminado egiptólogo, Sir Ferdinand Lyle, interpretado con alma y elegancia por el gran histriónico Simon Russell Beale, resulta un personaje que se te hace profundamente simpático.
Su evolución junto con La Criatura, que en esta segunda temporada se hace llamar John Clare como el poeta inglés, es de lo más gratificante y emotivo que he visto hasta el momento.
Una enorme Helen McRory que está maravillosa como Evelyn Poole, que sirve a un poderoso señor, ofreciéndole sacrificios de recién nacidos a cambio de una inmortalidad que se le antoja poderosa y triste a la vez.
Vudús, muñecos de cera de aspecto diabólico, una mansión muy apropiada para pasar un fin de semana en Halloween y el pandemónium de brujas capitaneadas por la hija de la señora Poole, la bella, cruel y perversa Hécate, cuyo nombre evoca oscuridad y terror.
Un siniestro museo de cera que no es precisamente el Museo de Madame Tussaud y que depara sorpresas al poético John Clare.
La novia de La Criatura, bautizada por “el buen doctor” como Lily, la flor de la vida y el renacimiento, que traerá ―se supone― consecuencias funestas para la Humanidad, si no se le
pone freno, junto con su “asociado y amante inmortal” Dorian Gray, un personaje fascinante, y que en manos de Reeve Carney, pierde mi interés
El desdichado Ethan Chandler, convertido, muy a su pesar, en un lobezno que asesina indiscriminadamente y que siente un profundo amor y admiración por la señorita Vanessa Ives.
Y mientras asistimos a sobrecogedoras escenas sangrientas, espeluznantes y traumáticas, nos adentramos en un ambiente caldeado por las velas y las llamas de los braseros en la penumbra bajo las vías del tren, refugio para los desheredados, los enfermos, los mendigos y los apestados de una sociedad cruel que nada en la abundancia, ahogando en la miseria a los que no tienen nada, escuchamos la cálida voz de John Clare charlando con Vanessa Ives en unas memorables escenas que te envuelven el corazón.
Kinnear recita con sentimiento unos versos de John Clare:
Soy
“Soy –aunque a nadie le importe ni lo sepa–; los míos me huyen como a un mal recuerdo; yo solo me consumo por mis penas.”
Y el poema de William Blake:
“Para ver el mundo en un grano de arena
Y el cielo en una flor silvestre
Abarca el infinito en la palma de tu mano
Y la Eternidad en una hora.”
Mucho horror y mucha poesía.





Paloma Muñoz

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