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miércoles, 16 de septiembre de 2015

De tradiciones que merecen una buena traición





       De todos es sabido que las tradiciones forman la idiosincrasia de un pueblo, y el respetarlas está bien, siempre que no hagan daño a nadie; entendiendo por nadie tanto a personas como animales, y si me apuráis hasta metería en la categoría a las plantas. Cualquier acción que sirva como divertimento a costa del dolor ajeno me parece inadmisible. A no ser que la otra parte esté de acuerdo en que se le infrinja este dolor, pero claro ya nos meteríamos en un tema que nada tiene que ver con las tradiciones y el folklore de una nación.
 Nota: hablar de temas bedesemeros en próxima entrega....
Bueno, que ya me empiezo a ir por las ramas,como casi siempre. La cuestión es que hay tradiciones que debieran haberse erradicado hace ya mucho tiempo. Un claro ejemplo es el tan tristemente famoso caso del Toro de la Vega.
    
    Es posible que en un pasado tirando a remoto la valía de un hombre se midiera por su lucha contra una bestia, en este caso un toro, en otros un león. Lo que se tuviera a mano. Pero creo que los cánones de valentía ya no se miden así. Ahora el valiente es el que se enfrenta a un trabajo mal pagado, en unas condiciones pésimas, y acude a él día tras día con la esperanza a punto de quebrarse de que su vida mejorará. Valiente es el que tiene que tomar la decisión de seguir pagando una hipoteca abusiva o dar de comer a sus hijos, valiente es el que se cae y se vuelve a levantar.

   Si la sociedad ha cambiado y por ende la manera de pensar, ¿porqué seguimos promoviendo actos bárbaros de una sociedad sin civilizar? Puede que sea porque aún queda un sector de esa sociedad que no ha avanzado. Es posible que en sus bolsillos lleven móviles de última tecnología, pero sus mentes son tan prehistóricas como el hombre de Atapuerca.


   Yo me pregunto si estos seres también estarían a favor de que en los circos o en este caso en las plazas se echaran a infieles, o a personas que políticamente no piensan como ellos a ser devorados por bestias salvajes o que volviera el derecho de pernada, y en cada localidad el alcalde tuviera el honor de "estrenar" a la novia. Todo esto son tradiciones, ¿porqué no dejarlas también?



   Tengo la sensación de que muchos piensan que sin los toros, este país perdería su identidad. ¿Pero de verdad nos gusta que esa sea la imagen que tengan de nosotros fuera de  nuestras fronteras? Y todavía nos preguntaremos porqué no nos toman en serio. Seguimos siendo en algunos aspectos un país de pandereta, de pan y circo..o fútbol. ¡Cómo no vamos a ser el país de recreo de los ricos, si somos todo un espectáculo!

   Está visto que en el fondo aún somos unos salvajes, aunque cada vez van quedando menos, eso también hay que reconocerlo. Quizá en un par de generaciones estemos a la altura de un país civilizado, de los de verdad. Aunque ¿qué país es totalmente civilizado? 


1 comentario:

  1. Lo de las tradiciones es como todo,¿ en qué momento pone el metro de medir? porque tradición puede ser que a esos energúmenos se les eche a los toros salvajes para que los empitonen de puta madre por el ojal tordesillero, ya que es una tradición milenaria. Marisa, me pongo de nuevo a tus pies. No he podido leer tu entrada antes porque he estado de vacances y con un resfriado y migraña junta del copón. Un abrazo.

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