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sábado, 5 de mayo de 2018

VACACIONES 2ª parte



  
   Las vacaciones son ese periodo donde vives una vida irreal; donde haces cosas que en tu día a día no tienen cabida, y por eso son tan especiales. Como especial era Erik (sí, ya sé, un nombre muy poco currado), mi vikingo particular en aquella tierra en mitad de alguna parte. Pero sabía que aquello no iba a durar  mucho más, porque si se alargaba en el tiempo dejaría de ser algo especial y se convertiría en una relación de futuro incierto; y la incertidumbre era algo que no me gustaba.
   La cuestión es que me estaba poniendo nerviosa, a pesar de los masajes relajantes del rubio. Quería volver a casa. A mi trabajo, a mi gente, a mi vida. Había perdido la noción del tiempo y no sabía cuántos días o quizás semanas llevara allí.
   - ¿Qué día es hoy?
   - Que más da el día que sea. Es un día para vivirlo y disfrutarlo.
   - Me gusta saber el día exacto en el que estoy disfrutando- dije en tono que no admitía replica.
   - Jueves.
   - Jueves, ¿de qué fecha?
 Erik miró unos instantes al vacío y me respondió con un suspiro:
   - Jueves, 12 de septiembre.
   Me sorprendí.
   - ¡llevo diecisiete días aquí! Si solo pagué por diez.
   Me levanté, me puse un vestido y  me dirigí hacia la recepción. Erik me seguía como un perrito faldero. De ese tipo de perrillos que nunca me cayeron bien.
   - ¿Me podrían ir preparando la cuenta y llamando para mañana a alguien que me devuelva a la civilización? Hace días que debiera haberme marchado. Van a pensar que  me han raptado o algo peor.
   Antes de que la muchacha del mostrador abriera la boca, una voz femenina detrás de mí me preguntó:
   - ¿No se encuentra bien entre nosotros, señorita Bronte?
La voz era de Ankha, la directora del lugar. Una mujer de rasgos propios del Oriente Medio y como todos allí, una mujer sin edad. En aquel sitio no existían las arrugas, ni las canas, pero las miradas eran propias de gente que llevan mucho tiempo en este mundo y han visto demasiado.
   - Me encuentro de maravilla, pero tengo que volver a mi vida. Tengo un trabajo, unas responsabilidades y aunque me cueste admitirlo echo de menos hasta a mi jefe.
   - Bien, si no puedo hacer nada para convencerla de que se quede más tiempo con nosotros, llamaré a Anna, su guía y la devolverá a esa civilización que tan de menos echa. Pero creo que debiera aguantar unos días más. Acaban de anunciar una fuerte tormenta en las montañas.
   Miré por la ventana y vi el verde paisaje de siempre y el maravilloso azul del cielo. Nada que indicara que tuviéramos encima un temporal.
   - Creo que me arriesgaré.
Volví sobre mis pasos a la habitación y comencé a hacer la maleta. Sentía el aliento de Erik en la nuca.
   - Espera unos días más. La tormenta está cerca y son muy peligrosas. ¿Qué puede pasarte porque te quedes cinco o seis días  más? ¿Acaso te aburro?
   - Claro que no, pero ya he recargado las pilas, he descansado y me he divertido lo suficiente como para enfrentarme de nuevo al mundo real.
Le acaricié la mejilla y me puse de puntillas para besarle la nariz.
   - ¿No estás aburrido de estar siempre aquí? ¿Dónde vas cuando tienes vacaciones?
   - Para mí esto son vacaciones. Aquí soy feliz y no necesito ir a otro lugar.
   - ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿No tienes a nadie ahí fuera a quien visitar? ¿A quién quieras ver?
   Me miró fijamente y sonrió. Una sonrisa triste, apagada. No me contestó. Llamaron a la puerta. Era Anna para confirmarme que la tormenta era inminente y que no podríamos irnos hasta que pasara.
   - ¿Y eso cuánto tiempo será?
   - No te lo puedo decir con exactitud, pero no antes de una semana. Los temporales de aquí son muy fuertes y cuando terminan tienen que limpiar los caminos.
   - Bien, pero tendré que avisar de alguna forma a mi familia y decirles que sigo viva. Y aquí no hay forma humana de que los móviles funcionen.
   - No te preocupes. Daremos el aviso por radio y se pondrán en contacto con tu gente.
Cuando me quedé sola decidí darme un baño en la piscina, y cual fue mi sorpresa que me encontré allí a nuevos huéspedes. Huéspedes que habían podido llegar hasta el santuario esa misma mañana y que no habían visto atisbo alguno de tormenta en la zona.
   Aquello me cabreó mucho y decidí pedir explicaciones. Busqué a alguien que me las pudiera dar, pero no encontré a nadie. Tan solo un par de camareros sirviendo mojitos a una pareja de rusos.
   Tenía que salir de allí cuanto antes. Lo que era un paraíso se estaba convirtiendo en una cárcel y tenía intenciones de huir. Cavaría un túnel si hiciera falta.


3 comentarios:

  1. En ascuas estoy. La choca prisionera de ese Shangri-La.
    Marisa no me hagas esto por favorrrrrrrrr

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  2. quería escribir la chica.
    Eso que le puede pasar a alguien en una historia como la que escribes debe de ser algo terrorífico. Porque me imagino que las tormentas y el temporal chungo es una especie de metáfora. Bueno que no me quiero embalar.

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  3. Nada es lo que parece...y los paraísos terminan aburriendo. Ginebra y la tónica siguen a mi lado...cuando llegan los rusos suben los precios. Llega el verano.

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