Datos personales

lunes, 11 de septiembre de 2017

EN MANOS DE OTROS







Su manera de demostrar su devoción hacia mí era entregándome a otros para que me disfrutaran. Lejos de molestarme, me sentía halagada. Sólo puedes dejar lo que es tuyo, por lo tanto, si él me compartía con otros es porque me sentía suya, me sabía suya.

Cuando pasaba algún tiempo en compañía de alguno de sus amigos o amigas, sí, también me compartía con el género femenino, y casi puedo decir que eso aún lo disfrutaba más; no es lo mismo que te toque la áspera mano de un varón que la suave de una fémina, me miraba atentamente y palpaba cada rincón de mi cuerpo para comprobar que seguía siendo yo, que era la misma, que por mucho que hubiera sido sobada, mirada y admirada, no había cambiado nada.

Pero aunque él no lo notara, cada mano que había pasado por mí, me había cambiado. Cuando otros dedos que no son los de tu amo se posan en ti, invariablemente te hace cambiar. Esa presión ejercida con un dedo, esa mirada anhelante y deseosa que se posa en una parte de tu cuerpo y siente la necesidad de seguir mirando hacia el resto, ese aliento que te calienta el cuerpo aunque no quieras. Eso te hace cambiar. Quizá no por fuera, pero en el fondo del alma ya no eres la misma. Porque cada  mirada lee una cosa distinta en ti aunque siempre haya escrita las mismas letras.

Porque yo soy suya, porque él me ha escrito. Soy su libro, soy su novela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario