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lunes, 4 de mayo de 2015

El espía que me amó.







Lo que os voy a contar es totalmente cierto. Nadie me ha contado la historia. Yo la he vivido.
Hace unos meses, mis vecinos de al lado pusieron su piso en venta y se marcharon a disfrutar de su edad dorada a Benidorm. Pocas semanas más tarde el piso tenía inquilino, aunque no lo conocí hasta pasados bastantes días.
Una mañana llamaron a la puerta y me encontré frente a un hombre de lo más interesante y desde luego de lo más sugerente. Vaqueros con el botón de arriba sin abrochar y camiseta negra que se le ajustaba a la perfección..y yo os digo que había mucha perfección.
- Hola, me llamo Andrés y soy tu nuevo vecino. Esto te sonará a excusa cutre, pero ¿tienes huevos?.
- Bastantes- respondí mientras sonreía de manera socarrona. Creo que enrojeció y aquello me pareció enternecedor.
- Ya, vale, me lo creo, y de los otros, los de la tortilla?.
- De esos también. Cuántos necesitas?.
- Un par
- Por cierto, mi nombre es Meli.
A partir de ese momento Andrés y yo tuvimos varios encuentros casuales en el super, en el metro, en el gimnasio...No había día en que no nos encontráramos. Y resumiendo, tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. 
Se "rompió" una madrugada de sábado a domingo. Ambos nos encontramos a la vez frente a nuestro portal y decidimos que aún era temprano para dormir. Acabamos en mi piso, con una copa de más y con ropa de menos.


A partir de ahí, hubo muchos más encuentros no tan casuales. Era un tío muy divertido e inteligente y sabía hacer de todo...Un verdadero manitas!. Tendría que haberme dado cuenta que un tío que es capaz de desatascarte las tuberías, programar tu ordenador en cero coma segundos, colgarte un cuadro a la primera y arrancar una flor de un jardín para regalártela, tendría que tener truco. Pero yo estaba ciega.
Además, le encantaba escucharme. No se cansaba nunca de oírme hablar de mi trabajo. Es más, él mismo me hacía preguntas para que siguiera contándole. Y no es que sea el trabajo más emocionante del mundo. Trabajo en una editorial. Pero a él le parecía fascinante y yo me sentía muy halagada. Estaba muy interesado en conocer detalles del próximo libro que íbamos a publicar. Se trataba de de la historia de la enésima amante de alguien muy importante del país. Le gustaba que le contara las anécdotas que en breve todo el mundo podría leer. Nos reíamos mucho con algunos detalles.
También tuvimos un puente de lo  más romántico en la playa. Nos fuimos a Matalascañas. Hubo mar y montaña. No paramos!. Fue a la vuelta de aquel viaje cuando todo empezó a cambiar. Cada vez pasábamos menos tiempo juntos y a veces se ausentaba durante varios días seguidos. Cuando le preguntaba me contestaba de manera bastante vaga. Nunca tuve muy claro a lo que se dedicaba. Tenía algo que ver con la informática. Solía trabajar desde casa.
Le notaba cada vez más distraído y ahora visto desde la distancia, más triste. 
Un día desapareció.
 Aunque la última noche que pasamos juntos fue muy reveladora. Me lo contó todo. Había copiado el libro de la amante del político y ahora era otra editorial la que lo lanzaría antes que la nuestra. Nuestro viaje a la playa había encubierto la visita a un empresario jamonero, sospechoso de vender el secreto de la elaboración del jamón ibérico a los chinos. Me debatía entre la indignación y la incredulidad. Me juró que todo se había ido al traste porque se había enamorado de mí. No  me lo creí. Sin embargo, todos los meses, el mismo día, el 17, recibo una rosa roja y una tarjeta que lo único que contiene es el nombre de alguna ciudad de cualquier parte del mundo.


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