Aún no estaba muy segura de cómo había llegado
hasta allí, pero ahí estaba y debía tomar una decisión . No podía estar
encerrada durante todo el día, porque eso desde luego no iba a solucionar nada.
Dejó de respirar un momento cuando escuchó unos pasos detrás de la puerta. Sabía que sería él. Le había dicho que ese
día no se lo iba a perder. Llevaba tiempo fantaseando con aquello y se quería dar
el capricho. Ella era el tipo de chica que se sentía culpable cuando decía que
no, y él lo sabía.
- -Vamos,
no seas chiquilla y abre la puerta.
- -No
creo que esté bien.
- -Ya
lo hablamos y decidimos que lo haríamos. ¿Me vas a dejar con las ganas?
- -Se
va a dar cuenta…
- -Tendré
mucho cuidado.
Ella oía la
respiración de él, cada vez más agitada. Finalmente claudicó. Ella también
quería hacerlo.
- -Ten
cuidado con el vestido. No quiero que se arrugue o se manche.
- -Pensaba
quitártelo.
- -Demasiados
botones. No daría tiempo de volver a vestirme.
- -Pues
que esperen . Nadie me va a privar de follarte
antes de que te conviertas en una mujer casada.
Ella sonrió.
Él siempre lograba sacarla una sonrisa, y eso era una de las cosas que le
gustaban de él.
Fue breve
pero intenso, muy intenso. La rojez de su rostro le duró hasta que terminó la
ceremonia y la sonrisa la acompañó hasta
la noche, cuando ambos cayeron exhaustos en la cama. Se miraron y rieron como críos.
Aquella
tarde cuando el sacerdote pasó a la sacristía encontró unas bragas olvidadas en
un rincón, debajo del cuadro de la virgen.
-
Como cuentas esa fantasía, induce a pensar en que satisfacer el morbo místico religioso es más un pecado venial que mortal...Dios perdona a los que se dejan ver por las iglesias, como una sacrificio más.
ResponderEliminarGracias por encender la bombilla de la fantasía, tiene vatios de potencia. y amén.
Besotes!!
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